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jueves, 27 de septiembre de 2018

EL TEATRO ÉPICO Y LA TRAGEDIA GRIEGA NO SON TAN DISTANTES

EL TEATRO ÉPICO Y LA TRAGEDIA GRIEGA NO SON TAN DISTANTES


Según algunas personas versadas en asuntos teatrales, Hay un inmenso mar conceptual entre el teatro griego, y el teatro del siglo XX. El tiempo ha hecho mella en el hombre en su discurrir por el mundo, y nuestras necesidades comunicativas han cambiado. Seguimos teniendo la misma necesidad de comunicarnos, pero tenemos otras cosas qué decir, o, tenemos otras formas para decir las mismas cosas de siempre. La comunicación es siempre un problema de la forma. El teatro de la antigüedad, ligado inmediatamente al modelo de pensamiento de semejanza, se nos muestra como algo lejano, extremadamente dramático y estrafalario al compararlo con las formas teatrales nacidas durante el pasado siglo, que fueron estructuradas dentro de un pensamiento de representación, y en las cuales empieza ya a vislumbrarse el modelo de pensamiento de diferencia. Se nos ha dicho constantemente que los objetivos del teatro griego, dado su carácter ritual, no son los mismos objetivos de teatro de nuestros tiempos; y se nos dibuja una linea divisoria entre las ideas de “encarnación” y “representación”.

Encarnación entendida como suceso metafísico, de carácter divino; como abandono de la identidad propia del actor, o como sería más prudente decir en este caso, del celebrante, para “dar vida” a una fuerza externa.

Representación entendida como un suceso orgánico y lúdico, donde el actor juega a hacer el papel de otro, en plena conciencia de su propia identidad.

Esta linea divisoria, se define entonces de forma más crítica, cuando equiparamos el teatro griego, con las formas del teatro épico, en el cual se tiene una visión distanciada de los acontecimientos, que les resta dramatismo, y facilita su análisis crítico. Es por ésto precisamente que éste teatro ha sido nombrado muchas veces como teatro narrativo o dialéctico; por que sus pretensiones son las de denunciar y develar cosas de un momento específico, extrapolándolos a otros momentos, y a personajes ficticios, para que la identificación con éstos no sea un contacto emotivo, sino un contacto analítico.

La concepción del héroe griego como fuerza absoluta, de emociones puras, inmutable en su amartía, e incorruptible en su constitución moral, parece estar ya agotada y caduca para el siglo XX y es contrarrestada por la visión de un personaje inductivo, mutable y atravesado por múltiples fuerzas efímeras. La noción de personaje en el teatro épico se puede asociar más fácil a un constructo dialéctico, útil para narrar sucesos, mientras que el héroe trágico trae con sigo connotaciones de fuerza sobrenatural.

Hay quienes dicen entonces que la finalidad del teatro griego, es llevar al espectador a la katharsis emotiva, y que la finalidad del teatro brechtiano es gatillar la conciencia del espectador.

Con todo ésto, cabe preguntar: ¿Si, tanto como la estructura épica como la estructura dramática son formas del teatro, no deberían tener una finalidad común, como partes de un todo?

Ésta pregunta también puede expresarse en términos de: “¿Tiene el teatro una finalidad que sea común para todas sus formas?

Mucho se ha hablado del sentido social de las obras de Bertolt Brecht y de las claras denuncias que éste maestro alemán realizaba por medio de sus escritos y espectáculos teatrales. ¿Podemos hablar de un sentido social de la tragedia griega?

Si el objetivo de la tragedia es la identificación del público con el héroe trágico, para purificar al espectador por medio del terror y la piedad (Katharsis), no podemos hablar entonces de la tragedia griega como un simple espectáculo destinado a divertir a las masas. Grandes obras, como Edipo Rey, de Sófocles, guardan entre sus versos mensajes aleccionadores, que si bien, para nosotros no tienen gran significación, debieron tenerla para el público de la época.

Tomemos como ejemplo, a “Las Troyanas”, de Eurípides, una de las tragedias con más peso social y significación política.

En “Las Troyanas” se nos ubica inmediatamente en un contexto de guerra tras la caída de Troya y se nos muestra el drama de las mujeres en medio del conflicto, sometidas por los vencedores que, entregados libremente a su hybris disponen de ellas a su antojo. El texto denota en muchos puntos la visión del autor frente a varios aspectos de orden social: El papel de las mujeres y los niños en la guerra, el desaforo de los vencedores, y se nos muestra también una visión muy particular de los dioses, que potencia sus aspectos más humanos; sus dudas, sus inseguridades y su volubilidad.

Si con todo ésto, no es las troyanas una obra con un sentido social y político claro, no sé entonces lo que es el sentido social, y menos el político.

En el “Prometeo Encadenado” de Esquilo, que nos presenta a Prometeo como un libertario oprimido y a Zeus como un juez tirano ansioso de perpetuarse en el poder (como hay tantos por nuestros días) en dimensiones tan desmedidas y extrañas que -siendo atrevido- aveces podrían incluso recordar el efecto distanciamiento. Se siente una posición clara del autor hacia el poder, hacia las monarquías y hacia los dioses.

Así mismo con otros textos del mismo periodo. Aparte de su función emotiva purificadora, es más que perceptible la posición ante ciertos aspectos de la organización política de su tiempo en textos como “Antígona” y “Edipo Rey”.

Así pues, tanto en el teatro brechtiano de siglo XX como en la tragedia griega, es perceptible una manifestación por parte del autor de una “molestia social”. Todas las obras de arte nacen de una incomodidad social, que es al fin y al cabo lo que le da al teatro su finalidad como herramienta comunicativa.

Aún cuando esté enfocada en la Katharsis, la piedad y el terror, la tragedia griega, igual que el teatro dialéctico, tiene sus denuncias; igual que las tiene también el teatro del absurdo, la comedia, e incluso géneros menores como el sainete o la Comedia Dell´Arte.

Las obras de arte nacen siempre de una incomodidad; de una pregunta que es necesario exponer, formular y comunicar.

Así pues, todo está dicho; Tan válido el distanciamiento para generar conciencia, como la Katharsis para generar piedad, puesto que la piedad es una manifestación de la comprensión y la conciencia, que deviene de la identificación con el Heroe trágico. Todo está dicho; el problema es la forma. La comunicación SIEMPRE es un problema de la forma.

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